lunes, 14 de noviembre de 2022


SÁLVESE QUIÉN PUEDA: "EL ENCARGADO"

 En Argentina hace ochenta años una ley permitió ser propietario de una fracción de localización habitacional en un terreno común. Esto permitió un crecimiento de los edificios de altura que, como en tantas otras grandes ciudades del mundo, le cambiaron drásticamente el perfil de gran aldea que supo ser Buenos Aires un par de siglos antes.

Los viejos “porteros” de las famosas “casas de renta” devinieron así en trabajadores con nuevos roles: los “encargados”. La suma de propietarios constituyeron los “Consejos de administración” para manejar los intereses comunes con criterio democrático. Consejo y Encargado pasaron a constituir desde entonces dos entidades en permanente tensión, con funciones casi siempre en discusión, un tema interesante según los grupos humanos y las crisis externas tan habituales en el medio económico argento.

Cohn y Duprat, una dupla creativa particular (deambulando a veces por la televisión, el cine, la literatura y ahora por el streaming), con el auspicio multideseado de Disney se detuvo en esta riquísima contradicción: la de los edificios de convivencia multitudinaria.
¡Y qué mejor que poder pergeñar así una de las más negras comedias del mundo del “entertainment” nativo!

Francella, un maduro actor de origen académico, ya demostró hasta el hartazgo sus dotes de versatilidad en todas las direcciones que se le propusieran, y esta elección del dúo directriz no se equivocó: puede hacer todo lo que le propongan.

El casting general refuerza constantemente el acierto de las elecciones. Cualquiera que viva en un apartamento porteño puede reconocerse y reconocer los estereotipos reflejados, desde el leguleyo garca hasta los niños, adolescentes y ancianos.

En la Argentina de las generaciones pasadas, los diversos niveles de censura ejercida desde el poder pintaron las realidades artísticas de una manera que pegó fuerte en el gusto de la clase media. Es común leer a través de las redes expresiones de oposición al lenguaje actual de los medios, o la excesiva libertad de opinión o manifestaciones públicas. Cuando debimos padecer dictaduras militares, se prohibía la manifestación en cine o tv de cuestiones delictivas o “inmorales” para que no resultaran así una muestra indebida de conductas nacionales.

Esta manera de considerar la ficción como inexorable espejo de la realidad, no rige ya en los parámetros argentinos, pero han quedado resabios en ciertos espectadores que creen ver en un guión como éste la exhibición de un “modelo real”, algo primitivo e ingenuo que lleva a críticas desde sindicales hasta de posiciones en críticos profesionales.

Si bien es “ficción”, hay una fuerte lectura de la realidad consorcista de este tipo de forma de vida. Detallo:

1) En Buenos Aires hay una “corrida” inmobiliaria que afecta sobre todo a los propietarios de apartamentos más antiguos y suntuosos, que se van desvalorizando a medida que carecen de los agregados infraestructurales de las construcciones más modernas que sí poseen múltiples cocheras, salones para eventos, piscinas, parques, salones con juegos, parrillas, gimnasios. La probable construcción de una piscina en la terraza tiende a conformar a los habitantes de un lujoso edificio brutalista de la década de los 60, para no “ver disminuido el valor de su propiedad”.

2) Las “expensas” mensuales que tratan de cubrir los gastos comunes de los condominios suelen ser afectadas mes a mes por las distintas crisis inflacionarias algo habituales en un medio económico tan especial como lo es el argentino. Los administradores tratan permanentemente de controlar costos que, sin embargo se ven afectados por el deterioro natural que sufren los componentes de un edificio. Y no es ficción que una de las salidas para el famoso “bajar costos” sea la supresión de los gastos que trae aparejado la función del encargado, y su remplazo por un servicio externo de limpieza y mantenimiento.

3) Las “reuniones de consorcio” son un modelo de típica regulación democrática con componentes que suelen desconfiar de todo, inclusive hasta de la democracia. Por lo tanto se generan discusiones eternas y de dimensiones a veces colosales. Los directores no han todavía utilizado este costado tan rico del acervo urbano, tal vez reservado para sacarle el jugo en futuras temporadas.

4) En general, está muy bien reflejado el “corte de clases” impuesto en estos edificios de gente pudiente, que diferencian las zonas de circulación con la excusa de ser “zonas de servicio” (en la serie los palieres con entradas auxiliares revestidas de azulejos azules), y que bien remarca uno de los propietarios al señalar que las mucamas deben necesariamente circular por los elevadores asignados para tal fin. Nada de esto es ficción, suelen ser cuestiones respaldadas hasta por un reglamento interno.

5) El panorama de vivir unos al lado de otros sin conocerse es una curiosidad urbana suficientemente rica como para explotarla al elegir un tema de ficción. Los cruces que se generan son casi inverosímiles. Las funciones de los encargados, que forman o no parte de estos grupos familiares son una fuente inagotable de sucesos cuyas anécdotas de ser recogidas abarcarían muchos tomos en cualquier biblioteca o (en términos más actuales) varias temporadas para cualquier serie.

En síntesis, Cohn y Duprat siguen perfeccionando su cruel lectura de la realidad de una sociedad individualista y cruel, con ribetes absolutamente contradictorios en el ejercicio de valores que se creen sagrados como los del amor, la amistad o la familia y la derivación real de situaciones cuasi delictivas que las ponen en tela de juicio permanente.

“El encargado” muestra los niveles de perfección a los que han logrado arribar luego de sus divertidísimos precedentes en el ejercicio de las artes.

El encargado del edificio vecino al de Eliseo, frente a las ventajas conseguidas por su colega, intenta aconsejarle con “No te confundas, vos no sos uno de ellos: nunca vas a ser uno de ellos”. Esto y algunas líneas de diálogo por el estilo han sido detectados por algunos críticos como el intento de reflejo en la serie de una hipotética “lucha de clases”. No sé si lo es, pero no me digan que, como en el uso del ascensor de servicio no son escenas habituales en estos lugares de gente con intenciones de vida suntuosa.

 

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