NO FUI YO, FUE
MI CELU
Google y
Android son casi lo mismo, y suponen que me interesa recordarme todos los
recorridos geográficos que hice, mes a mes. Y me manda un mail con el mapa y
los lugares por donde anduve, algo muy chimentero que hasta ilustra con fotos
de los lugares que visité. No es una decisión unilateral, ya que siempre me
aclara que yo activé un tal “historial de ubicaciones” que lo autorizó a
recordar todo lo que hice el mes pasado.
Esto suele ser
muy aburrido porque no soy un playboy, a lo sumo visito el supermercado,
médicos o nietos. Y durante la cuarentena fueron recorridos aún más parcos.
Hasta que el
mes pasado el celular se me deslizó del bolsillo mientras circulaba en un taxi.
El taxista, un tipo muy considerado, se comunicó conmigo y me tranquilizó: él era
de La Plata y si bien al día siguiente era su día de descanso, me propuso
acercarlo a mi casa recién un día después. Me ofreció, mientras tanto,
mantenerlo cargado. Así pude, dos días después, reencontrarme con mi celular.
Ahora el nuevo
mail que me manda Google me muestra cómo sería si mi vida fuera menos monótona
y más activa. Según él, he desayunado, almorzado, merendado y cenado en los
lugares más remotos y por mí desconocidos. Claro, porque el algoritmo conectado
al GPS que gobierna mi celular, presupuso que todos los recorridos del taxi
¡eran míos! Y refuerza el servicio mencionando los lugares.
El que “no es
un robot” soy yo, no mi celu.
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