viernes, 5 de agosto de 2016

Lo lograron
Hay que reconocer que a finales de los setenta, la cosa estaba difícil.
Un informe expresaba que “Lo que hay que conseguir es tener un control definitivo sobre las variables de crecimiento tan desparejo. Crece la población, crece la conflictividad, aumenta la cantidad de enriquecidos, pero es mayor la de los pobres. Es obvio que el comunismo se estrella, pero ¿y entonces qué?”
El control definitivo de variables, es un concepto suficientemente amplio como para saber qué tanto abarcaba dicho control.
Los esfuerzos lograban mucho éxito, pero lo que se obtenía parecía lejos de lo que se buscaba.
El poder ya entendía que gran parte del logro de controles efectivos estaría en manos de avances tecnológicos. Muy lentamente, se notaban ya mejoras en el terreno de procesadores que permitían productos muy tímidos, que apenas se asomaban a un resultado exitoso.
Llegado los ochenta, los pequeños bichos que aparecían eran más decorativos que efectivos: la “computación hogareña” (¿se acuerdan de la Commodore?) la PC, la PS, la MAC… La revista Time llegó a destacar a la PC como el personaje del año.
En un rincón, sobresalía el ladrillo de Motorola. ¿Teléfono celular? ¿A quién se le ocurre tratar de portar encima semejante mamotreto?
Por entonces, nadie imaginaba la profunda revolución que se estaba gestando: la PC y el celular dejarían esos cómodos lugares que le marcaban viejísimos paradigmas de complejos teclados y atravesados sistemas.
El crecimiento de los 90 a los dos mil no daba mayores pautas, salvo para quienes realmente estarían en todo momento detrás de este proceso.
Recién con la segunda década del siglo 21 amanecería con aquello que los poderes estaban esperando: ¡Android! ¡IOS!
¿Y qué cuernos son? Apenas si sistemas operativos esbozados entre gallos y medianoches para paliar la ansiedad de… ¿los usuarios? ¡No, señor: las del poder!
Las transformaciones fueron tan rápido, que nadie se ha puesto a pensar qué llevan en el bolsillo, la cartera o en la mano. Creen que es un dispositivo chiquito que les permite desde leer el diario o escuchar música, hasta ver videos o el noticiero o comunicarse con otras personas. Cosa que es cierta pero… también es para saber dónde está y estuvo desde que le “asignaron” el dispositivo (y esto va para los que creen que “lo compraron”). También es para saber por dónde navegó por internet, quiénes se comunicaron con él, qué radio o música escuchó, cuáles son sus canales o actividades preferidas, qué compró, cuánto gana, cuánto acumula en el banco, a qué hora duerme, cuáles son sus gustos, quiénes son sus amigos, amantes, familiares, en fin…
¿Alguna duda?
Con esta antipática óptica tan retrógrada, sería recomendable abandonar ya mismo el dispositivo y no usarlo más. Pero también creo que ya es tarde para ensayar alguna solución.
Así que tomá tu hermoso dispositivo y escribí ya mismo tu propia frase en what’s app. “Aquí estoy leyendo a un boludo que cree que hacer esto es para que me controle el poder, ¿no es rebolú?”

Y sí, bolú, es rebolú.