Lo lograron
Hay que
reconocer que a finales de los setenta, la cosa estaba difícil.
Un informe
expresaba que “Lo que hay que conseguir es tener un control definitivo sobre las
variables de crecimiento tan desparejo. Crece la población, crece la
conflictividad, aumenta la cantidad de enriquecidos, pero es mayor la de los
pobres. Es obvio que el comunismo se estrella, pero ¿y entonces qué?”
El control
definitivo de variables, es un concepto suficientemente amplio como para saber
qué tanto abarcaba dicho control.
Los
esfuerzos lograban mucho éxito, pero lo que se obtenía parecía lejos de lo que
se buscaba.
El poder ya
entendía que gran parte del logro de controles efectivos estaría en manos de
avances tecnológicos. Muy lentamente, se notaban ya mejoras en el terreno de
procesadores que permitían productos muy tímidos, que apenas se asomaban a un
resultado exitoso.
Llegado los
ochenta, los pequeños bichos que aparecían eran más decorativos que efectivos:
la “computación hogareña” (¿se acuerdan de la Commodore?) la PC, la PS, la MAC…
La revista Time llegó a destacar a la PC como el personaje del año.
En un
rincón, sobresalía el ladrillo de Motorola. ¿Teléfono celular? ¿A quién se le
ocurre tratar de portar encima semejante mamotreto?
Por
entonces, nadie imaginaba la profunda revolución que se estaba gestando: la PC
y el celular dejarían esos cómodos lugares que le marcaban viejísimos
paradigmas de complejos teclados y atravesados sistemas.
El
crecimiento de los 90 a los dos mil no daba mayores pautas, salvo para quienes
realmente estarían en todo momento detrás de este proceso.
Recién con
la segunda década del siglo 21 amanecería con aquello que los poderes estaban
esperando: ¡Android! ¡IOS!
¿Y qué
cuernos son? Apenas si sistemas operativos esbozados entre gallos y medianoches
para paliar la ansiedad de… ¿los usuarios? ¡No, señor: las del poder!
Las
transformaciones fueron tan rápido, que nadie se ha puesto a pensar qué llevan
en el bolsillo, la cartera o en la mano. Creen que es un dispositivo chiquito
que les permite desde leer el diario o escuchar música, hasta ver videos o el
noticiero o comunicarse con otras personas. Cosa que es cierta pero… también es
para saber dónde está y estuvo desde que le “asignaron” el dispositivo (y esto va para los que creen que “lo
compraron”). También es para saber por dónde navegó por internet, quiénes
se comunicaron con él, qué radio o música escuchó, cuáles son sus canales o
actividades preferidas, qué compró, cuánto gana, cuánto acumula en el banco, a
qué hora duerme, cuáles son sus gustos, quiénes son sus amigos, amantes,
familiares, en fin…
¿Alguna
duda?
Con esta
antipática óptica tan retrógrada, sería recomendable abandonar ya mismo el
dispositivo y no usarlo más. Pero también creo que ya es tarde para ensayar
alguna solución.
Así que tomá
tu hermoso dispositivo y escribí ya mismo tu propia frase en what’s app. “Aquí
estoy leyendo a un boludo que cree que hacer esto es para que me controle el
poder, ¿no es rebolú?”
Y sí, bolú,
es rebolú.