Ahora que ya se sabe que las cuestiones de género son construcciones meramente culturales, es que se puede hablar públicamente de todo esto. Y sostenerlo, reconocerlo o como aquí, escribirlo.
Es el
momento. Y para eso, permítanme ilustrar con un caso personal. Cuando en la
década del sesenta me casé por primera vez, mi suegro sufrió un shock,
espantado por lo que le había contado su mujer: “tu hija es afortunada, tuvo
mejor suerte que yo, su marido no sólo la ayuda con las cosas de la casa, sino
que ayer lo sorprendí cambiándole los pañales a la nena”.
Fue el
momento en que aquel hombre (apenas superándose del golpe narcisista recibido
al hacerlo abuelo siendo apenas un cuarentón) buscó charlar conmigo a solas. Me
preguntó por el tema, y yo le dije lo que pensaba “con tu hija armamos la
pareja así: de a dos, como considerábamos mejor, y estamos mejor así”. Creo que
lo abrumaba mi seguridad, y su comentario lo mostró algo decepcionado. Agregó “nosotros
estamos para cosas más importantes, no podemos perder el tiempo en esas cosas”.
Y conste que mi suegro era un intelectual, un hombre que había logrado una
buena posición social y podía acceder a una visión más inteligente y renovada
de su realidad circundante. Pero la cáscara cultural machista le impedía ver el
panorama completo, y aunque se tratara de su propia hija, su inserción en el
propio género lo volcaba a creer a pie juntillas que los hombres estábamos
hechos así, para “cosas más importantes”.
Pero, aún
transcurridos ya más de cincuenta años de esa vieja anécdota personal, pienso
que gran parte de esa cultura machista sobrevive como un desagradable lastre
(una verdadera y más que tangible “pesada herencia” social), que sufren las
mujeres con sus familias, parejas, empleadores y hasta eventuales participantes
sociales.
Si bien la
consigna “ni una menos” refiere al tremendo acto de la violenta desaparición
física de las mujeres, todos sabemos o intuimos que el hecho de fondo que se
pone en tela de juicio es el sostenimiento en el tiempo del papel secundario
que le obligan a asumir a las mujeres en términos de su inserción social
(sumisión, discriminación laboral, malos tratos).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario